Hoy casi me he obligado a escribir este artículo, no solo fascinada por el cambio personal que al buen “visionador” puede llevar el disfrute de esta película de la que hablaré a continuación, ni por la razón y el peso que este film tiene para la humanidad como generadora y portadora de mitos, sino también seducida por el amor y el deseo que genera en los buenos “visionadores” que tengo como amigos en las redes sociales.
Todo empezó en una reunión con JMC en su despacho de la Universidad. Hablábamos del Edipo y de sus diversas variantes en algunos films que nos emocionan, comparábamos una y otra vez la manera de gestionarse este, de las carencias, de los deseos, de los puñales clavados en el cuello, una gran definición para la infancia, dijimos citando a Denis Villeneuve, y es que en este punto sobrevino el cineasta. De él vi, hace ya unos años, dos cortos suyos que, la verdad, me encantaron, sin embargo por alguna razón, de momento desconocida, nunca busqué su pista en el largometraje. En fin, pues eso, que en un despacho de una Universidad me regalaron saborear el resto de su carrera cinematográfica, la de Denis Villeneuve, vivirla y cuestionarme cosas a raíz de ella. Después he visto la llegada (Arrivals, 2016). Eso bien podría ser otro artículo.
“Incendies” es una película de estas, de las que sabes, que habiéndola visto, morirás más feliz como mínimo. Y así empieza.
Jeanne y Simón Marwan son dos gemelos que viven en Canadá. Su madre, Nawal, tras pasar sus últimos días sin hablar, ha fallecido. En el acto de apertura del testamento, el notario les da dos cartas a los gemelos que deberán ser entregadas a un padre vivo, pero al que creían muerto, y a un hermano cuya existencia desconocían. Jeanne decide entonces emprender un viaje al Líbano para intentar localizarlos y encontrar respuestas a la muerte y a la vida de su madre. Simón, sin embargo, no quiere saber nada del tema…
El director plantea solo con la tesis del film, la necesidad de una responsabilidad subjetiva en la vida y con la vida que, por otro lado, solo quiere asumir uno de los hermanos.
La relevancia, pues, de este trabajo del canadiense consiste, desde mi punto de vista, en su gran actualidad en el plano de la clínica psicoanalítica, reconociendo como uno de sus principales objetivos, la emergencia del sujeto en su encuentro con el Otro. Además través de un recorrido analítico se espera, por otro lado, que el sujeto pueda emerger a través de la responsabilidad, reconociendo en su accionar para ese emerger, un deseo inconsciente (hacia el reconocimiento y la responsabilidad con el Otro) como motor de sus actos.
A lo largo del film recorremos dos escenarios: uno en Canadá, año 2009 y el otro en Medio Oriente, desde el año 1970, y durante la Guerra civil del Líbano, hasta la actualidad. Ambos escenarios van apareciendo intercalados a lo largo del film para nuestra mejor comprensión de la historia de una familia completamente destruida por el destino.
La necesidad de su reconstrucción, la de la familia, planteada desde el principio (después del Teaser) a través de la responsabilidad de hacerlo es algo que llevará sin lugar a dudas a la humanización de esas vidas sin un pasado claro. Nos encontramos por lo tanto con un Edipo en toda regla.
La figura del Notario (el que da Fe), da sentido al desarrollo del film y marca las pautas de este, es el que reparte las tareas de búsqueda y de encuentro a los hermanos gemelos, el representante en este caso de la ley simbólica o la ley de la palabra, que establece que siendo el ser humano un ser de lenguaje, siendo su casa la del lenguaje, su ser solo puede manifestarse a través de la palabra y la búsqueda de esta, estableciendo que es el acontecimiento de la palabra (hablar para conocer la verdad) lo que humaniza la vida y lo que hace posible la potencia del deseo (deseo de saber mis orígenes).
La humanización de la vida, por otro lado, implica una renuncia a la satisfacción plena de los instintos. Para el gemelo Simón, más vale no buscar, dejar las cosas como están, no salir, por lo tanto, no hablar en ultima instancia, seguir deshumanizado, seguir sin encontrar su lugar….
Sin embargo, si la vida no estuviera recorrida por la Ley de la palabra, la vida sería pura vida animal, tendencia al goce más inmediato, vida apegada al instinto. El lenguaje y la necesidad de la palabra, revelan que la vida nunca se autodetermina, sino que depende constitutivamente de la acción del Otro. Sin la presencia del Otro la vida humana muere, se marchita, pierde el propio sentimiento de la vida, se apaga. Tal y como el notario explicita a los hermanos; la muerte (en este caso la de su madre), nunca es el fin de una historia, siempre hay una huella que queda para siempre y en este caso para iniciar la búsqueda (en este caso del origen de todo), y es responsabilidad de los hijos hacerlo.
Por otro lado, tal y como nos lo muestra el autor al principio del film a través del Notario que encarna la propia ley de la palabra, la tarea del testimonio paterno es la de otorgar un sentido al mundo, a la vida, la de transmitir el sentido del provenir de una generación a otra y para ello es necesario saber y es nuestra responsabilidad dejar esa puerta al conocimiento. Tal y como expresa Massimo Recalcati, “heredar no es solo recibir un sentido del mundo, sino que es también la posibilidad de abrir nuevos sentidos del mundo, nuevos mundos de sentido”.